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EL INFIERNO DE LOS SUICIDAS
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EL INFIERNO DE LOS SUICIDAS
El Infierno de los Suicidas. Capítulo 0: JAYDEN
—¿Sabes qué odio de las películas?
Jayden emitió un quejido agonizante.
—No me decepciones. Despierta, Jayden. Te hice una pregunta.
«Esa voz».
Jayden intentó abrir los ojos y sintió una punzada de dolor que se transformó en un grito.
—¿Te duele? Bien. Siente el arrepentimiento.
El hedor a sal en la brisa marina y el nauseabundo gusto a sangre lenublaban la mente.
Jayden Goebbels recordaba su nombre, que trabajaba como mecánico en un modesto taller en Connecticut, que su esposa se llamaba Mary y que su hijo James era fanático del béisbol.
Un presentimiento terrible le heló las entrañas.
«¿Dónde están?»
Abrió el único ojo bueno que le quedaba. Los manchones rojinegros en laarena de la playa lo horrorizaron. Jayden, parpadeó varias veces y desvió la mirada. El brillo de la mañana le lastimaba tanto la vista, que casi agradeció cuando alguien se paró frente a él tapando el amanecer.
«No puede ser», pensó reconociendo la silueta.
—Lucas —dijo Jayden sin poder moverse.
Tendido sobre una enorme cruz de madera, deseó desesperadamente que aquellosolo fuese una pesadilla. Pronto abriría los ojos, besaría a Mary en la frente antes de salir de la cama, iría al patio para darle de comer a Max, su pastor alemán, y luego él también desayunaría algo; si era lunes, comerían panqueques, el plato favorito del pequeño Jamie.
Solo tenía que cerrar los ojos y...
Su grito de agonía fue explosivo.
Jayden creyó vomitar. Enloquecía del dolor al sentir la filosa estaca de metal perforando la palma de su mano derecha, tras uno... Dos... Tres martillazos.
—Jayden, me enseñaste las reglas del buen oyente. No seas maleducado —dijo Lucas con su característica voz dulce y aterciopelada—. Te pregunté: ¿Sabes qué odio de las películas?
—Maldito —dijo antes de que también clavaran su mano izquierda en la cruz. El agudo clac, clac, clac del martillo era tan terrible como la imagen de su carne lacerada y trémula derramando sangre.
—Detesto que insulten mi inteligencia —continuó Lucas—. Me enfurece que elvillano le hable y hable al héroe una vez que le tiene atrapado.
El dolor lo había despertado por completo y ahora lo recordaba todo.
«Perdóname, Mary. Debí decirte la verdad.» La advertencia había llegado demasiado tarde. Los cabeza rapada vestidos con hábitos blancos, los mismos que acababan de clavarlo en la cruz, los habían secuestrado cuando intentaban huir.
Lucas bufó una risita sarcástica.
—¿Por qué hablar? ¡Es el villano!
Jayden luchó por mover sus piernas, pero algo se lo impedía. Una fuerzainvisible lo sujetó hasta que el siguiente clavo atravesó sus pies.
—¡Aghhhh!
—Es el malo de la película.
El mundo le daba vueltas mientras levantaban su cruz.
«¿Jamie?»
—¿Por qué utilizar a su familia como carnada cuando puede matarlos?
«¿Mary?»
La cacofonía de cientos de martillos castigando el metal le hicieronvoltear.
—Mary, no.
—Bang. Un simple disparo y se acaba la película. El villano gana.
Todavía había lágrimas frescas en los ojos sin vida de su esposa.
—¿Dónde está mi hijo?
Lucas se acercó. Todavía no aparentaba más de veinte años. Su pálido rostroangelical era a la vez terrible y hermoso.
—¿Por qué hablar? —Lucas sonrió—. Verás, el villano usualmente es un egomaníaco que necesita explicar su plan malévolo al héroe y a la audiencia.
—Lucas, por dios...
El cielo rugió y se ennegreció rápidamente amenazando una ominosa tormenta sobre la costa californiana.
Lucas levantó el rostro y se quitó sus gafas de prescripción para admirar la tempestad que estaba por desatarse.
—¿La verdad?
—Por favor —lloró Jayden viendo a su esposa—, perdona a mi hijo.
—La verdad es que los guionistas necesitan darle tiempo al héroe para escapar y triunfar en el último momento.
Un relámpago rojo hendió el cielo y el corazón de Jayden se saltó un par delatidos.«¿Jamie?» No lo podía creer. Su hijo estaba detrás de Lucas y tenía una pistola en las manos.«Consiguió escapar. Mi hijo puede salvarnos».
—Deus ex machina.
«No».
Un segundo vistazo le derrumbó toda esperanza.
El niño vestía hábitos blancos y llevaba la cabeza rapada. En sus ojos no quedaba nada de lo que Jayden amaba. Esa chispa al ir de paseo al parque, al llegar navidad, al abrazar a su madre… Esa chispa se había extinguido.
Jayden carcajeó. Preferiría que su hijo estuviera muerto.
Otro relámpago desgarró el cielo dejando caer las primeras gotas de lluvia, mientras Lucas miraba con compasión como el pequeño Jamie apuntaba a supadre con la pistola.
—Lamentablemente, yo no soy el villano y esta no es una película.
—¿Sabes qué odio de las películas?
Jayden emitió un quejido agonizante.
—No me decepciones. Despierta, Jayden. Te hice una pregunta.
«Esa voz».
Jayden intentó abrir los ojos y sintió una punzada de dolor que se transformó en un grito.
—¿Te duele? Bien. Siente el arrepentimiento.
El hedor a sal en la brisa marina y el nauseabundo gusto a sangre lenublaban la mente.
Jayden Goebbels recordaba su nombre, que trabajaba como mecánico en un modesto taller en Connecticut, que su esposa se llamaba Mary y que su hijo James era fanático del béisbol.
Un presentimiento terrible le heló las entrañas.
«¿Dónde están?»
Abrió el único ojo bueno que le quedaba. Los manchones rojinegros en laarena de la playa lo horrorizaron. Jayden, parpadeó varias veces y desvió la mirada. El brillo de la mañana le lastimaba tanto la vista, que casi agradeció cuando alguien se paró frente a él tapando el amanecer.
«No puede ser», pensó reconociendo la silueta.
—Lucas —dijo Jayden sin poder moverse.
Tendido sobre una enorme cruz de madera, deseó desesperadamente que aquellosolo fuese una pesadilla. Pronto abriría los ojos, besaría a Mary en la frente antes de salir de la cama, iría al patio para darle de comer a Max, su pastor alemán, y luego él también desayunaría algo; si era lunes, comerían panqueques, el plato favorito del pequeño Jamie.
Solo tenía que cerrar los ojos y...
Su grito de agonía fue explosivo.
Jayden creyó vomitar. Enloquecía del dolor al sentir la filosa estaca de metal perforando la palma de su mano derecha, tras uno... Dos... Tres martillazos.
—Jayden, me enseñaste las reglas del buen oyente. No seas maleducado —dijo Lucas con su característica voz dulce y aterciopelada—. Te pregunté: ¿Sabes qué odio de las películas?
—Maldito —dijo antes de que también clavaran su mano izquierda en la cruz. El agudo clac, clac, clac del martillo era tan terrible como la imagen de su carne lacerada y trémula derramando sangre.
—Detesto que insulten mi inteligencia —continuó Lucas—. Me enfurece que elvillano le hable y hable al héroe una vez que le tiene atrapado.
El dolor lo había despertado por completo y ahora lo recordaba todo.
«Perdóname, Mary. Debí decirte la verdad.» La advertencia había llegado demasiado tarde. Los cabeza rapada vestidos con hábitos blancos, los mismos que acababan de clavarlo en la cruz, los habían secuestrado cuando intentaban huir.
Lucas bufó una risita sarcástica.
—¿Por qué hablar? ¡Es el villano!
Jayden luchó por mover sus piernas, pero algo se lo impedía. Una fuerzainvisible lo sujetó hasta que el siguiente clavo atravesó sus pies.
—¡Aghhhh!
—Es el malo de la película.
El mundo le daba vueltas mientras levantaban su cruz.
«¿Jamie?»
—¿Por qué utilizar a su familia como carnada cuando puede matarlos?
«¿Mary?»
La cacofonía de cientos de martillos castigando el metal le hicieronvoltear.
—Mary, no.
—Bang. Un simple disparo y se acaba la película. El villano gana.
Todavía había lágrimas frescas en los ojos sin vida de su esposa.
—¿Dónde está mi hijo?
Lucas se acercó. Todavía no aparentaba más de veinte años. Su pálido rostroangelical era a la vez terrible y hermoso.
—¿Por qué hablar? —Lucas sonrió—. Verás, el villano usualmente es un egomaníaco que necesita explicar su plan malévolo al héroe y a la audiencia.
—Lucas, por dios...
El cielo rugió y se ennegreció rápidamente amenazando una ominosa tormenta sobre la costa californiana.
Lucas levantó el rostro y se quitó sus gafas de prescripción para admirar la tempestad que estaba por desatarse.
—¿La verdad?
—Por favor —lloró Jayden viendo a su esposa—, perdona a mi hijo.
—La verdad es que los guionistas necesitan darle tiempo al héroe para escapar y triunfar en el último momento.
Un relámpago rojo hendió el cielo y el corazón de Jayden se saltó un par delatidos.«¿Jamie?» No lo podía creer. Su hijo estaba detrás de Lucas y tenía una pistola en las manos.«Consiguió escapar. Mi hijo puede salvarnos».
—Deus ex machina.
«No».
Un segundo vistazo le derrumbó toda esperanza.
El niño vestía hábitos blancos y llevaba la cabeza rapada. En sus ojos no quedaba nada de lo que Jayden amaba. Esa chispa al ir de paseo al parque, al llegar navidad, al abrazar a su madre… Esa chispa se había extinguido.
Jayden carcajeó. Preferiría que su hijo estuviera muerto.
Otro relámpago desgarró el cielo dejando caer las primeras gotas de lluvia, mientras Lucas miraba con compasión como el pequeño Jamie apuntaba a supadre con la pistola.
—Lamentablemente, yo no soy el villano y esta no es una película.
Lizz- USUARIO
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Fecha de inscripción : 10/09/2013
Re: EL INFIERNO DE LOS SUICIDAS
El Infierno de los Suicidas. : BRIT
«Ay, mierda. ¡Ay, mierda!» pensó Britney Smith cuando su Smirnoff se le resbaló entre los dedos y cayó al suelo en el callejón, treinta metros más abajo.
El estallido de la botella se le antojó amortiguado por el pum pum de la ensordecedora música que retumbaba incluso aquí arriba en esta sucia azotea. «Si me resbalo, ni todas las canciones en California van a “amortiguar” mi caída.»
Tenía razón. Un paso en falso y su cuerpo de protagonista de serie juvenil quedaría destrozado, su cara angelicalmente seductora quedaría irreconocible, su cabello color arena hecho un pegoste sanguinolento.
[font]
—Brit, no —suplicó Emily, una chica cachetona de cabello corto y mechas púrpuras.
—Shhh —dijo Brit sin voltear. Ya tenía bastante con su propio coctel de vértigo y adrenalina, como para también lidiar con el colapso nervioso de su mejor amiga.
—Cuidado —gritó una muchacha menudita de ojos verdes llamada Jennifer.
Estaba teniendo cuidado. Todo el que podía con las venas bombeando vodka en lugar de sangre.
«Y tendría más cuidado si se callarán de una maldita vez.»
No era sencillo mantener el equilibrio mientras cargaba una maloliente pelota de ropa enmarañada y caminaba sobre la inestable tablita que unía esta azotea con la del edificio de al lado.
—Está loca —murmuró Emily preocupada.
«¿Loca?» pensó Brit encorvando la espalda y doblando un poco las rodillas para ganar estabilidad. «Puede ser...» Después de todo, Brit no podía negar haber estado internada en un manicomio el año pasado.
—Estás loca —dijo Alicia, la otra chica que las acompañaba, y a quien apenas conocía.
—Insúltame, pero sé más original.
—¡Estás borracha! —insisitió Alicia.
—Y menos obvia, muchas gracias —Brit sacudió la cabeza y maldijo por lo bajo—. Joder.
Pronto acabaría todo.
Solo tenía que llevar los hediondos zapatos deportivos, el par de vaqueros, los calzoncillos y la terrible imitación de franela Adidas hasta el otro lado y… «Jaque Mate, pendejo.» Brit sonrió. «Te enseñaré que no, es NO.»
Algo cruzó como una saeta en el callejón y, sin quererlo, Brit miró hacia abajo. Todo le dio vueltas. Vio como carros, edificios y postes se movían y regresaban al mismo lugar una y otra vez.
—¡Brit! —gritó Emily.
«Estoy bien» pensó sin lograr decirlo en voz alta.
—¡Brit! ¡B! —se unieron a coro las tres muchachas sonando desesperadas.
En seguida Brit supo por qué.
[/font]
[font]
Verle ahí, desnudo excepto por sus calcetines, con la sangre en hilos resbalando por su frente, le arrancó un escalofrío. Si bien Paul Milton no era alto o fornido, su espalda ancha y tatuajes compensaban lo suficiente como para hacerle amenazador.
«Y no es que su mirada asesina ayude.»
—Me devuelves mi ropa… —apretó el puño—. Te devuelvo tus dientes.
Todo se volvió muy vívido. La borrachera y el resabio ácido de las náuseas se desaparecieron de repente. «La venganza es un plato frío, pero si tardas demasiado en comerlo…» Miró hacia abajo y tragó con dificultad. No podía pensar en eso ahora. Tenía que mantener la calma.
—No eres muy bueno negociando, ¿verdad?
—Bájate o te bajo —amenazó Paul con una sonrisa torva en sus labios.
—Paul... —suplicó Emily, hasta que Paul la calló de un golpetazo.
La cachetada fue tan fuerte que Emily cayó de nalgas en el suelo. Alicia se agachó para ayudarla, mientras que Brit temblaba de impotencia a medio camino entre los dos techos. Lo había jodido todo. Como siempre.
—Tú cállate, y tú... —señaló a Brit— dame mis vainas.
Paul tomó entre sus manos la tablilla sobre la que Brit estaba parada y la sacudió. Si quería asustarla o matarla, no lo supo; pero el espasmo de la madera bajo sus pies fue suficiente como para obligarla a caer de rodillas.
«Ay, mierda. ¡Ay, mierda!» pensó Britney sobrecogida al aferrarse a la tablita con todas sus fuerzas para no acabar hecha pedazos en el callejón, al igual que su botella de Smirnoff. [/font]
«Ay, mierda. ¡Ay, mierda!» pensó Britney Smith cuando su Smirnoff se le resbaló entre los dedos y cayó al suelo en el callejón, treinta metros más abajo.
El estallido de la botella se le antojó amortiguado por el pum pum de la ensordecedora música que retumbaba incluso aquí arriba en esta sucia azotea. «Si me resbalo, ni todas las canciones en California van a “amortiguar” mi caída.»
Tenía razón. Un paso en falso y su cuerpo de protagonista de serie juvenil quedaría destrozado, su cara angelicalmente seductora quedaría irreconocible, su cabello color arena hecho un pegoste sanguinolento.
[font]
—Brit, no —suplicó Emily, una chica cachetona de cabello corto y mechas púrpuras.
—Shhh —dijo Brit sin voltear. Ya tenía bastante con su propio coctel de vértigo y adrenalina, como para también lidiar con el colapso nervioso de su mejor amiga.
—Cuidado —gritó una muchacha menudita de ojos verdes llamada Jennifer.
Estaba teniendo cuidado. Todo el que podía con las venas bombeando vodka en lugar de sangre.
«Y tendría más cuidado si se callarán de una maldita vez.»
No era sencillo mantener el equilibrio mientras cargaba una maloliente pelota de ropa enmarañada y caminaba sobre la inestable tablita que unía esta azotea con la del edificio de al lado.
—Está loca —murmuró Emily preocupada.
«¿Loca?» pensó Brit encorvando la espalda y doblando un poco las rodillas para ganar estabilidad. «Puede ser...» Después de todo, Brit no podía negar haber estado internada en un manicomio el año pasado.
—Estás loca —dijo Alicia, la otra chica que las acompañaba, y a quien apenas conocía.
—Insúltame, pero sé más original.
—¡Estás borracha! —insisitió Alicia.
—Y menos obvia, muchas gracias —Brit sacudió la cabeza y maldijo por lo bajo—. Joder.
Pronto acabaría todo.
Solo tenía que llevar los hediondos zapatos deportivos, el par de vaqueros, los calzoncillos y la terrible imitación de franela Adidas hasta el otro lado y… «Jaque Mate, pendejo.» Brit sonrió. «Te enseñaré que no, es NO.»
Algo cruzó como una saeta en el callejón y, sin quererlo, Brit miró hacia abajo. Todo le dio vueltas. Vio como carros, edificios y postes se movían y regresaban al mismo lugar una y otra vez.
—¡Brit! —gritó Emily.
«Estoy bien» pensó sin lograr decirlo en voz alta.
—¡Brit! ¡B! —se unieron a coro las tres muchachas sonando desesperadas.
En seguida Brit supo por qué.
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Le bastó una mirada para entender que estaba a punto de morir. |
Verle ahí, desnudo excepto por sus calcetines, con la sangre en hilos resbalando por su frente, le arrancó un escalofrío. Si bien Paul Milton no era alto o fornido, su espalda ancha y tatuajes compensaban lo suficiente como para hacerle amenazador.
«Y no es que su mirada asesina ayude.»
—Me devuelves mi ropa… —apretó el puño—. Te devuelvo tus dientes.
Todo se volvió muy vívido. La borrachera y el resabio ácido de las náuseas se desaparecieron de repente. «La venganza es un plato frío, pero si tardas demasiado en comerlo…» Miró hacia abajo y tragó con dificultad. No podía pensar en eso ahora. Tenía que mantener la calma.
—No eres muy bueno negociando, ¿verdad?
—Bájate o te bajo —amenazó Paul con una sonrisa torva en sus labios.
—Paul... —suplicó Emily, hasta que Paul la calló de un golpetazo.
La cachetada fue tan fuerte que Emily cayó de nalgas en el suelo. Alicia se agachó para ayudarla, mientras que Brit temblaba de impotencia a medio camino entre los dos techos. Lo había jodido todo. Como siempre.
—Tú cállate, y tú... —señaló a Brit— dame mis vainas.
Paul tomó entre sus manos la tablilla sobre la que Brit estaba parada y la sacudió. Si quería asustarla o matarla, no lo supo; pero el espasmo de la madera bajo sus pies fue suficiente como para obligarla a caer de rodillas.
«Ay, mierda. ¡Ay, mierda!» pensó Britney sobrecogida al aferrarse a la tablita con todas sus fuerzas para no acabar hecha pedazos en el callejón, al igual que su botella de Smirnoff. [/font]
Lizz- USUARIO
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Re: EL INFIERNO DE LOS SUICIDAS
El Infierno de los Suicidas. Capítulo 2: BRIT
—Perra —gritó Paul asomándose al callejón—. Tendré que bajar desnudo a buscar mi mierda.
Brit tenía las uñas clavadas en la madera. Casi todo su peso estaba apoyado sobre la rodilla derecha, en el borde de la tabla que unía las dos azoteas; mientras que el resto de su cuerpo colgaba en el vacío.
El sacudón que Paul le dio al tablón había sido suficiente como para que ella perdiera el equilibrio y soltara el asco de ropa que llevaba entre los brazos.
La ropa de Paul.
«Maldición». Brit quiso decir algo inteligente, sarcástico. O quizás algo como “eso te enseñará a no meterte con las mujeres”. Sin embargo, las palabras no llegaban.
[font]
Casi podía escuchar a Kevin (no le decía papá desde el año pasado) hablando en su velorio. Hablaría de lo problemática que era, de cómo intentaron ayudarla y nunca fue suficiente. Y lo peor... la compararía con su madre, quien por demás no se molestaría en asistir al sepelio.
«¡Qué se joda el papel de víctima!»
Igual que la vez anterior, si moría, lo haría bajo sus propios términos.
Llenó sus pulmones de valor y se puso de pie. Ya no temblaba.
Paul la miró boquiabierto. Algo había cambiado y ambos lo sentían.
A Brit le encantaba esa mirada desconcertada en los hombres. Ella sabía que con sus piernas largas y un rostro que mezclaba inocencia y seducción, tenía cierto poder sobre el sexo masculino.
El mismo poder que había hecho que su amiga, Emily, se sintiera intimidada y obligada a lanzarse en los brazos de este cabrón para probar que ella también podía, como decían en el colegio: “Levantar pitos”.
—¿Por detrás? —preguntó Brit desafiante.
—¿Qué?
Paul arrugó la cara confundido.
—¿Te gusta por detrás? —insistió Brit—. Si me matas... Vas a ser la perra de alguien.
—¿Qué?
Brit sonrió y le explicó en tono condescendiente.
—Me matas, yo grito por cinco segundos —la sonrisa de Paul desapareció y Brit lo castigó con una mirada gélida—. Me matas, tú gritas todas las veces que te violen en la cárcel.
—No... —Paul retrocedió—. Yo...
Entonces, sucedió algo que Brit no pudo predecir. La puerta que llevaba a la azotea se abrió rompiendo el tenso silencio con la música de la fiesta por un par de segundos.
Brit puso los ojos como platos al darse cuenta de quién había llegado.
—No puede ser —murmuró.
—¿Hija?
—¿Kevin?
Sintiéndose protegida al ver al papá de su amiga, Emily vomitó una letanía de explicaciones. Comenzó con el intento de violación y terminó contando como Brit había golpeado a Paul en la cabeza con un tubo para esconderle su ropa en el techo de al lado.
Siguiendo a Kevin, y oliendo el drama como los tiburones huelen la sangre, varias personas llegaron a la azotea con tragos en una mano y smartphones en la otra. Brit se estaba convirtiendo en una celebridad clase B en YouTube, gracias a la maldita necedad que tenían sus compañeros de documentar cada lío en que se metía.
La novedad: Tener a su papá como artista invitado.
—Su hija es una loca de mier-
—Cuidadito —le advirtió Kevin, aguantándose las ganas de romperle la cara.
—Tiene 21 —dijo Brit.
—¿En serio?
El golpetazo no se hizo esperar, y Paul quedó tendido en el suelo.
Mientras las risotadas y aplausos de los espectadores llenaron la azotea, Paul se puso de pie listo para devolver el golpe. Pero Kevin Smith había trabajado toda su vida en construcción, y tenía brazos como troncos y un torso amplio y macizo como un barril.
—Esto no se queda así —amenazó Paul.
—Mejor ocúpate de tu problemita, ¿sí? —dijo Kevin mirándole laentrepierna—. ¡Largo!
El espectáculo había terminado. Paul y los demás no tardaron enmarcharse. Emily intentó quedarse, hasta que Kevin la ahuyentó con solo mirarla.
Los ojos de Brit escocían con lágrimas de rabia.
—Me puedo cuidar sola.
—No me digas —Kevin cruzó los brazos.
—Tenía todo bajo control. Es más, ¿desde cuándo te importa?
—Sabes que no es verdad.
Brit se echó a reír.
—¿Te dio permiso tu esposita de salir?
—Está abajo.
Brit chasqueó la lengua y sacudió la cabeza.
—¿Qué pasó? ¿No dejan entrar perras?
Aunque las luces eran escazas, vio que a Kevin se le subían los colores al rostro debajo de su barba canosa.
—Es mi esposa.
—No es mi mamá.
—Tu madre-
—¡Qué se joda también!
Los dos se quedaron en silencio, respirando rabia como toros embravecidos. Deseaba abofetearlo y sabía que él luchaba por no darle de correazos allí mismo.
Después de que Brit se bajó de la tabla, ninguno dijo nada por un buen rato.
—Ven —pidió Kevin tras respirar hondo—. Vamos a ver a tu abuela.
—¿Para eso viniste a buscarme?
—Por favor —dijo Kevin señalando la puerta.
—¿Para qué? Ni sabe quién eres.
Él apretó los párpados y suspiró.
—¿Por qué eres así conmigo?
—¿Contigo? —sonrió sorprendida al egoísmo de Kevin.
—Demonios, Brit —dijo halándola hacia la salida—. Veremos a tu abuela y te comportarás como un ser humano.
—Divertido —dijo mientras pensaba que este día no podría ponerse peor.
Pero estaba equivocada.
Mortalmente equivocada.[/font]
—Perra —gritó Paul asomándose al callejón—. Tendré que bajar desnudo a buscar mi mierda.
Brit tenía las uñas clavadas en la madera. Casi todo su peso estaba apoyado sobre la rodilla derecha, en el borde de la tabla que unía las dos azoteas; mientras que el resto de su cuerpo colgaba en el vacío.
El sacudón que Paul le dio al tablón había sido suficiente como para que ella perdiera el equilibrio y soltara el asco de ropa que llevaba entre los brazos.
La ropa de Paul.
«Maldición». Brit quiso decir algo inteligente, sarcástico. O quizás algo como “eso te enseñará a no meterte con las mujeres”. Sin embargo, las palabras no llegaban.
[font]
Casi podía escuchar a Kevin (no le decía papá desde el año pasado) hablando en su velorio. Hablaría de lo problemática que era, de cómo intentaron ayudarla y nunca fue suficiente. Y lo peor... la compararía con su madre, quien por demás no se molestaría en asistir al sepelio.
«¡Qué se joda el papel de víctima!»
Igual que la vez anterior, si moría, lo haría bajo sus propios términos.
Llenó sus pulmones de valor y se puso de pie. Ya no temblaba.
Paul la miró boquiabierto. Algo había cambiado y ambos lo sentían.
A Brit le encantaba esa mirada desconcertada en los hombres. Ella sabía que con sus piernas largas y un rostro que mezclaba inocencia y seducción, tenía cierto poder sobre el sexo masculino.
El mismo poder que había hecho que su amiga, Emily, se sintiera intimidada y obligada a lanzarse en los brazos de este cabrón para probar que ella también podía, como decían en el colegio: “Levantar pitos”.
—¿Por detrás? —preguntó Brit desafiante.
—¿Qué?
Paul arrugó la cara confundido.
—¿Te gusta por detrás? —insistió Brit—. Si me matas... Vas a ser la perra de alguien.
—¿Qué?
Brit sonrió y le explicó en tono condescendiente.
—Me matas, yo grito por cinco segundos —la sonrisa de Paul desapareció y Brit lo castigó con una mirada gélida—. Me matas, tú gritas todas las veces que te violen en la cárcel.
—No... —Paul retrocedió—. Yo...
Entonces, sucedió algo que Brit no pudo predecir. La puerta que llevaba a la azotea se abrió rompiendo el tenso silencio con la música de la fiesta por un par de segundos.
Brit puso los ojos como platos al darse cuenta de quién había llegado.
—No puede ser —murmuró.
—¿Hija?
—¿Kevin?
Sintiéndose protegida al ver al papá de su amiga, Emily vomitó una letanía de explicaciones. Comenzó con el intento de violación y terminó contando como Brit había golpeado a Paul en la cabeza con un tubo para esconderle su ropa en el techo de al lado.
Siguiendo a Kevin, y oliendo el drama como los tiburones huelen la sangre, varias personas llegaron a la azotea con tragos en una mano y smartphones en la otra. Brit se estaba convirtiendo en una celebridad clase B en YouTube, gracias a la maldita necedad que tenían sus compañeros de documentar cada lío en que se metía.
La novedad: Tener a su papá como artista invitado.
—Su hija es una loca de mier-
—Cuidadito —le advirtió Kevin, aguantándose las ganas de romperle la cara.
—Tiene 21 —dijo Brit.
—¿En serio?
El golpetazo no se hizo esperar, y Paul quedó tendido en el suelo.
Mientras las risotadas y aplausos de los espectadores llenaron la azotea, Paul se puso de pie listo para devolver el golpe. Pero Kevin Smith había trabajado toda su vida en construcción, y tenía brazos como troncos y un torso amplio y macizo como un barril.
—Esto no se queda así —amenazó Paul.
—Mejor ocúpate de tu problemita, ¿sí? —dijo Kevin mirándole laentrepierna—. ¡Largo!
El espectáculo había terminado. Paul y los demás no tardaron enmarcharse. Emily intentó quedarse, hasta que Kevin la ahuyentó con solo mirarla.
Los ojos de Brit escocían con lágrimas de rabia.
—Me puedo cuidar sola.
—No me digas —Kevin cruzó los brazos.
—Tenía todo bajo control. Es más, ¿desde cuándo te importa?
—Sabes que no es verdad.
Brit se echó a reír.
—¿Te dio permiso tu esposita de salir?
—Está abajo.
Brit chasqueó la lengua y sacudió la cabeza.
—¿Qué pasó? ¿No dejan entrar perras?
Aunque las luces eran escazas, vio que a Kevin se le subían los colores al rostro debajo de su barba canosa.
—Es mi esposa.
—No es mi mamá.
—Tu madre-
—¡Qué se joda también!
Los dos se quedaron en silencio, respirando rabia como toros embravecidos. Deseaba abofetearlo y sabía que él luchaba por no darle de correazos allí mismo.
Después de que Brit se bajó de la tabla, ninguno dijo nada por un buen rato.
—Ven —pidió Kevin tras respirar hondo—. Vamos a ver a tu abuela.
—¿Para eso viniste a buscarme?
—Por favor —dijo Kevin señalando la puerta.
—¿Para qué? Ni sabe quién eres.
Él apretó los párpados y suspiró.
—¿Por qué eres así conmigo?
—¿Contigo? —sonrió sorprendida al egoísmo de Kevin.
—Demonios, Brit —dijo halándola hacia la salida—. Veremos a tu abuela y te comportarás como un ser humano.
—Divertido —dijo mientras pensaba que este día no podría ponerse peor.
Pero estaba equivocada.
Mortalmente equivocada.[/font]
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